Cuando te sientas derecha te duele la espalada, ¿por qué quieren que nos sentemos derechas si eso no contribuye en nada para la solución de problemas mundiales ni de otra índole con similar importancia?. La buena postura es como aprender teorías de señores con 4 apellidos, que les ponen a sus teorías sus nombres y sus cuatro apellidos, así de tedioso pero con un dolor que sube desde el centro de los hombros (que es, en realidad, la mitad superior de la espalda); por eso ya no me siento en el comedor de la casa donde debo estar derecha, prefiero venir a escribirte acá, a mi cuarto, encogidita en las sabanas, llego y las desdoblo para escribirte, por que se que también sufren, todas alisadas esperando sea de noche, lisitas sin poder acurrucarse para dormir, y en su amanecer que es la noche, sienten como se las aplasta arrugándolas lenta y placidamente sin permiso.
Es frágil y húmedo por acá. Llovió poco por horas, es tan triste cuando sucede, como si el cielo no se atreviera, esa lluvia indigna de llamarse como tal, esas gotas veleidosas traen tristeza a la casa, nadie entra al jardín cuando llueve poco por horas, todos salen a sus cuartos.
Victor Alberto sigue afligido, no grita más desde tu partida, espera apacible y como perdido en medio de la montonera de gente (que somos nosotros tratando de animarle). Ayer me dijo con voz suave: “Luisa quiero cantar, pero no se como abrir las orejas para escucharme, quiero cantarme una hermosa canción para dormir, de esas que se escuchan en las pequeñas plazas, pero se me acaba la voz, ya no puedo decir, escuchar más, es como el primer día de clases en una ciudad nueva, siendo un extraño que extraña todo lo que dejó, así es Luisa, así me siento pero con menos voz y más ganas de gritar”.
Y nuevamente sigo aquí echada como ayer cuando comencé esta carta, pero cuando lees esto de que estoy echada ya no lo estaré, o tal vez sí; es tan simple esto del tiempo, no se pero para algunos es confuso, es muy confuso. Vino Rosa, (ayer, no hoy), por eso deje de escribirte, se asombro al verme tendida en las sabanas sin ser la hora para hacerlo, pero hoy no habrán interrupciones, te podré contar todo lo que pediste, ya eche el cerrojo.
Víctor Alberto volvió a preguntar por ti hoy, me contó que ya no sueña con abejas y moscas, cuando me dice cosas como esas se me rompe el alma en mil pedazos irreparablemente desintegrados, pudriéndose en una tina de algún lugar de Dinamarca o Eslovaquia; te extraña tanto que ya no grita en las mañanas, ya no sueña con moscas y abejas, en las tardes parece tratar, pero no, se queda apacible sin lograrlo, y yo con el alma repartida por Eslovaquia y Dinamarca. Sigue la lluvia menguada sin parar de parar.
Tal vez sea mejor que ya no vuelvas, te extrañamos tanto que se nos hizo costumbre.
Ayer- por tercera vez desde que se que ya no vas a volver- te esperé, hoy solo para acabar la carta, no me gustan inconclusas, ni a ti, ni a Victor Alberto que te quiere tanto.
Cariños,
Luisa
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