Muchas veces tengo la impresión de que estuviéramos en una habitación con dos puertas opuestas y que cada uno tuviera aferrado el pomo de una de las puertas, y que apenas uno parpadea ya está el otro detrás de su puerta, y ahora basta que el primero diga una sola palabra para que el otro cierre su puerta detrás de sí y desaparezca. Volverá a abrir su puerta, por supuesto, ya que tal vez es una habitación que no puede abandonarse. Si por lo menos el primero no se pareciera tan exactamente al segundo, si se quedara quieto, si por lo menos aparentara no mirar al segundo, si se dedicara a poner lentamente en orden la habitación, como si fuera una habitación como todas las demás; pero en cambio hace exactamente lo mismo que el otro junto a su puerta, a veces incluso los dos están detrás de su respectiva puerta y la hermosa habitación está vacía.
Edmund White